Descripción
¡AYER! Hermosa época que sumergir pudo en australes claridades la grandeza del cristiano con la fe del combatiente hermosa época que nos habla en melodÃas alentadoras, en heroÃsmos palpitantes de continua esperanza, en virtudes amorosas. ¡Siglos que os hicieron balbucear y bendecir el nombre de España por el patriotismo de su InfanterÃa! Os evoca mi mente recordando que fuisteis esclavos de nuestra bandera por el impulso de la fe y el aliento del soldado que fuisteis orgullo del convento y del cuartel, porque en el primero se modelaba el genio militar y en el segundo se amasaba el sacrificio con grandeza cristiana en el alma que fuisteis sÃmbolos excelsos de banderas enhiestas al amparo de una efigie, de espadas rendidas en los brazos de la Cruz, de adalides sumisos á su Dios que cantasteis en rÃtmica asonancia los misterios de la leyenda gloriosa, los hechizos de la pasión vibrante. Cuando los soldados de Granada hablan á nuestros corazones pregonando el valor que derrocharon y la fe que sintieron cuando los acompañantes de Pizarro nos relatan sus proezas, ora escalando intrépidos las grandes montañas vestidas de armiño con caudas de terciopelo azul, ora muriendo en ignotas tierras donde vive el cóndor de atezadas alas y albo cuello dormido en las nubes de la tempestad cuando los adeptos de Ignacio de Loyola, con la fe en los labios y el espÃritu ofensivo en la empresa, pro pagan sus doctrinas cristianas y españolas hasta elevadas comarcas que en su amontonamiento alpino hacen dudar dónde termina la furia volcánica de la tierra y en qué punto empieza la sombra vaporosa del Cielo cuando los bizarros de Cortés labran inmortal página sobre aquellos lagos poblados en la imaginación india por toda clase de rientes dioses cuando las huestes de Farnesio pasean los prestigios de la InfanterÃa por toda Europa, rotos los huesos y desgarradas las carnes y cuando por los ámbitos del mundo, detuvo la InfanterÃa al sol en su mortecino crepúsculo para que hiciese brotar fulgurantes heroÃsmos y poéticas leyendas en el suelo de la Patria, entonces es cuando nuestros pechos rÃndense fervorosos y esperanzados ante un mañana que todavÃa puede ser digno continuador de ese ayer.
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