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La Realeza en el campo de batalla

2,00 

La Realeza en el campo de batalla

Tomo III

Artículo 108

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Descripción

«Siempre recordaré todos mis días en Toledo, entre los cuales no hay uno que no sea agradable y estaré siempre agradecido á mis compañeros por su amabilidad y lo buenos que fueron conmigo». «Dios quiera que algún día pueda yo servir á la Patria en campaña» así me decía desde lejanas tierras —27 de Julio de 1909— quien abandonó regias comodidades para convivir modestamente con sus colegas, para sentir con ellos, para aspirar grandezas en la magna Toledo, para celebrar sus esponsales con el alma de la Patria en la mansión de Augusto Emperador. En Toledo hizo su aprendizaje aquel joven de apuesto continente en el Alcázar toledano aprendió á sentir fervores por la obediencia la casa solariega de la Infantería impulsó sus deseos, matizó sus esperanzas y plantó en su voluntad añoranzas de tiempos heroicos, de tiempos en los que la cruz y la espada triunfaron en amoroso maridaje, y el Arma se honró escuchando de aquel joven, tan modesto como entusiasta, estas bellas palabras conque respondió á cuantos felicitáronle por su ingreso en la Academia: «¡Es la emoción más grande que he tenido en mi vida! este uniforme, sin galones, ni distintivo alguno, lleva mi rango á los umbrales de la gloria desconocía lo que era orgullo y ya lo sé estoy orgulloso de vestir el uniforme español de soldado de Infantería». Al calor de saludables enseñanzas se hizo apto para el mando el joven de regia estirpe tres años de constante labor, de sentida obediencia, de firmeza en el trabajo, de adhesión al compañerismo y de lealtad por la disciplina le pusieron en posesión de codiciada estrella con el término de sus vigilias y con la realización de sus ensueños empezó á recorrer el camino del ostracismo había faltado á las leyes por impulsos de un amor entremo [extremo] caballeresco y esas leyes alejábanle de su Patria, y una vez más patentizó su acatamiento sincero al poder, su fidelidad al Rey, su devoción á la disciplina.

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