Descripción
El Tratado de Paris de 1900 (que reconoció nuestro derecho en el Sahara occidental y Guinea continental) llevó el Ć”nimo de Francia Ć” solicitar de EspaƱa un acuerdo previo para una equitativa solución en la cuestión de Marruecos por conducto de nuestro Embajador Sr. León y Castillo, el Mi nistro de Negocios Extranjeros, M. DelcassĆ©, planteó el problema mogre bino al Gobierno de Silvela. Silvela contestó que el deseo de todos los partidos espaƱoles era la conservación del statu quo en Marruecos pero al mismo tiempo que adop taba esta polĆtica de contemporización (motivada por la reciente hecatom be de 1898), contestó Ć” los Gobiernos de Londres y ParĆs acerca de Ā«cómo estimaban ellos los derechos de EspaƱaĀ». Londres respondió que reconocĆa la legitimidad de cuantas empresas intentase EspaƱa. Paris rechazó la primacĆa de los derechos históricos de EspaƱa en Marruecos, recabando para Francia la prioridad en el problema africano con la victoria arrancada Ć” Omniada bajo el cetro de Carlos Martel en los campos de Poitiers. Poco despuĆ©s las negociaciones quedaron paralizadas. León y Castillo, que no participaba del criterio de Silvela, siguió insistiendo en la necesidad de llegar Ć” un pacto con Francia. Ā«El statu quo ādecĆa nuestro Embajadorā es la sombra, el fantasma de un sistema polĆtico no hay medio de aplazar la solución se va Ć” llegar Ć” ella de un momento Ć” otro, con nosotros ó sin nosotros, y, en este caso, contra nosotrosĀ». Silvela entregó el Gobierno en aquellos dĆas al partido liberal pero de tal modo le impresionaron las advertencias de nuestro Embajador, que cambió de orientación, mostrĆ”ndose partidario acĆ©rrimo de una inteligencia con Francia Ā«donde hemos de encontrar una inteligencia mĆ”s natural, apoyo mĆ”s seguro, no ciertamente para la guerra, pero sĆ para la participación equitativa y razonable, es en FranciaĀ». Prestigiosos polĆticos (Gamazo, Duque de TetuĆ”n, Romero Robledo, López DomĆnguez, Pi y Margall, etc). y reputados periódicos (El Imparcial, El Liberal, el Heraldo de Madrid, etc). censuraron las declaraciones de Silvela, rechazando la alianza francesa.
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