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LA DISCIPLINA

VALORES MILITARES: La disciplina
“La fortaleza de un ejército estriba en la disciplina rigurosa y en la obediencia inflexible a sus oficiales”. Tucídides

La disciplina es la norma sobre la que los militares deben fundamentar su conducta. Tiene como base la obediencia y un alto concepto del honor, la justicia y la moral, para lograr el cumplimiento del deber.

Según el Decálogo del cadete, la disciplina facilita el cumplimiento de la misión, porque garantiza que la unidad actúe como si fuese un solo hombre siguiendo las órdenes de su jefe, que debe asumir el mando con firmeza y responsabilidad asumiendo, siempre, las consecuencias de sus decisiones.

No debemos olvidar que la obediencia a la que la disciplina nos obliga, no supone renunciar a la propia iniciativa ni a la responsabilidad individual, sino que nos exige un esfuerzo para identificarnos con los propósitos del mando y comprometernos con su correcta ejecución.

Todo militar debe practicar, exigir y fortalecer la disciplina para que se convierta en una actitud permanente, incluso en las situaciones más adversas.

Alfonso X de Castilla, El Sabio

Se celebra el 800 aniversario del nacimiento de una de las figuras más importantes en el desarrollo de la cultura, la historia y la lengua castellana.

Alfonso X de Castilla, llamado El Sabio, (Toledo 1221-Sevilla 1284), accedió al trono tras la muerte de su padre, Fernando III. Desde muy joven destacó en labores militares, como en la conquista del Reino de Murcia. Durante su reinado continuó su lucha contra los musulmanes, llegando a ocupar territorios que ya habían sido invadidos como Cádiz o Jerez.

A pesar de ser una de las figuras imprescindibles al hablar de la Reconquista, llegando a ocupar diversas zonas de An-Andalus, Alfonso X pasó a la Historia con el sobrenombre de El Sabio precisamente porque fue un gran promotor de la cultura y la lengua castellana. Organizó tres centros culturales en Murcia, Sevilla y Toledo y, en esta última ciudad fundó la Escuela de Traductores, que se encargaba de traducir y recopilar materiales de todo el mundo, y que trabajaba para crear una importante obra literaria en lengua castellana.

Alfonso X fue un importante autor de la época, con una gran creación artística entre las que destacó las Cantigas de Santa María; una obra inspirada en la Virgen María y que fue la única obra literario que no escribió en castellano, sino en galaicoportugués. Pero uno de los motivos por los que el monarca promovió la creación cultural fue para consolidar la lengua castellana. Se le considera el fundador de la prosa castellana y fue, precisamente en su época, cuando el castellano se convirtió en lengua oficial del reino, dejando el latín en un segundo plano.

El monarca era una persona tremendamente culta. Tenía estudios de astronomía, historia y ciencias jurídicas, entre otras áreas. Entre sus creaciones destacan: obras jurídicas –“El código de las siete partidas”, que se encargó de recuperar las tradiciones romanas y unirlas a las de Castilla-, obras científicas –entre los que destacan los “Libros del Saber de astronomía”, obras históricas –como “Crónica General” y “La grande e general estoria”-, y las obras poéticas –también compuso, además de las Cantigas de Santa María, compuesto por 453 poemas, lo que le convierten en el primer autor lírico de la lengua castellana.

Blas de Lezo

Soldado como muchos y estratega como pocos, Blas de Lezo y Olavarrieta se convirtió en una leyenda en el siglo XVIII.

Sus batallas y la innumerable cantidad de barcos hundidos y capturados, le convierten en el mejor comandante de la historia de España.

Blas de Lezo y Olavarrieta nació en Guipúzcoa, en 1689, en el seno de una familia de la nobleza. Desde niño ya soñaba con surcar los mares y los océanos, pero no fue hasta que cumplió los 12 años cuando se alistó como guarda mariana en la Armada Francesa, aliado de España en aquellos años.

A los 15 años participó en su primera acción bélica, en la batalla de Vélez Málaga, donde una bala de cañón le alcanza la pierna izquierda, que tiene que ser amputada de urgencia.

Tras su merecido ascenso y recuperación, y ya al servicio de España, Blas de Lezo se dedica a patrullar por el Mediterráneo en busca de naves enemigas.

En 1706 es enviado a participar en el asedio de Barcelona, ciudad contra la que los ingleses tienen levantado un cerco marítimo. Gracias a la pericia de Blas de Lezo, que consiguió resistir con éxito al asedio pese a que la marina inglesa era muy superior en número.

Posteriormente Blas de Lezo fue enviado a la fortaleza de Santa Catalina de Tolon, donde luchó contra las tropas del príncipe Eugenio de Saboya. Tras el impacto de un cañonazo en la fortificación, una esquirla se le incrustó en el ojo izquierdo, que le explotó en el acto, perdiendo la visión del mismo. A pesar de este hecho, y ya tuerto de por vida, Blas de Lezo quiso continuar en el servicio y no abandonarlo.

Su siguiente gran acción tuvo lugar en 1710 donde combatió y apresó, entre otros barcos, al navío inglés Stanhope, tres veces mayor en tamaño y potencia que el buque de Blas de Lezo.

En 1714 Barcelona volvió a ser asediada y nuevamente fue rescatada por Blas de Lezo al mando del Campanela. En la contienda, una bala de mosquete le dejó inútil el brazo derecho.

Con tan sólo 26 años Blas de Lezo era ya cojo, tuerto y manco –lo que le valió el apodo de “Medio Hombre”- aunque su leyenda ya había empezado a forjarse entre los marineros.

Desde el final de la Guerra de Sucesión Española hasta 1730, Blas de Lezo es enviado a América donde lucha contra la piratería que intenta sabotear las rutas comerciales españolas. Tras unos años en España y tras ser ascendido a Teniente General de la Armada, fue enviado nuevamente a América, donde se escribiría una de las páginas más gloriosas de la Armada Española: El Sitio de Cartagena de Indias, plaza que tuvo que defender –con apenas 3000 hombres y seis barcos- de los ataques del almirante inglés Edward Vernon, que contaba con 186 naves, que transportaban más de 27000 soldados y 2000 piezas de artillería. Tras duros combates, Vernon abandonó derrotado las aguas de Cartagena de Indias. Pese a que las cifras oficiales cifraban en 5000 los ingleses muertos, debieron ser muchos más, puesto que el oficial en su huida tuvo que hundir a varios navíos porque no tenía tripulación suficiente para manejarlos y no quería que cayesen en manos españolas. Tal fue la humillación sufrida por los ingleses que hasta el rey Jorge II prohibió cualquier tipo de publicación sobre la batalla.

Tras desavenencias con la Corte, Blas de Lezo muere el 7 de septiembre de 1741 a consecuencia de las heridas recibidas en la defensa de Cartagena de Indias. Murió en el olvido, sin cobrar las pagas atrasadas y dejando casi a la intemperie a la familia.

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